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Cuando ya las estrellas son techumbre
y no hay más alto don que el olvido.

Apagar el cielo y sus mechas,
ocuparse del fuego mundo que nos pertenece.

Lluvia pluma sobre las tierras perdidas,
lluvia
de pájaro tajante
que cuelga en las ramas del sauce más cercano,

el más puro intento hermoso
de la vida soñada cuando niño
y no entendía
que más allá del cielo con nubes
estuviese lo negro del universo.